Cine Espiritual
Escrito por PADRE CLARET CEIP, lunes 7 de marzo de 2016 , 09:15 hs , en Excursiones

18 de febrero de 2016

CINE ESPIRITUAL

El pasado 18 de  febrero los alumnos de 5º y 6º acudieron al cine Ortega para participar en el ciclo de cine espiritual que organiza la profesora de Religión. Los alumnos disfrutaron de la película titulada Litte Boy que les servirá para posteriores actividades a realizar en sus aulas. Los alumnos fueron acompañados por las profesoras tutoras y la profesora de Religión.

 


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    Un avión, un susto monumental y la necesidad de hablar claro

    Un avión, un susto monumental y la necesidad de hablar claro.

     

    No hay nada más incómodo que viajar en avión con la sospecha de que algo no va del todo bien. El pasado domingo, los pasajeros del vuelo de Air France entre Madrid y París pasaron de la tranquilidad de la cabina presurizada a un caos de gritos, lágrimas y oraciones a media altitud. Nada de metáforas edulcoradas ni tecnicismos retorcidos, lo que hubo fue miedo del crudo, del que te sacude el alma y te recuerda lo frágil que es la certeza de llegar.

    El Airbus A321, que partió con puntualidad desde Barajas, se convirtió en escenario de una emergencia tan real como las turbulencias que todos tememos pero pocos confesamos. A bordo, más de un centenar de almas sintieron cómo la normalidad se escurría por los altavoces del comandante, cuando anunció que debían aterrizar de urgencia en Zaragoza. En ese instante, desaparecieron las sonrisas y comenzaron las plegarias.

    Una humareda densa se coló por las rejillas

    Al parecer, una humareda densa se coló por las rejillas del sistema de ventilación, generando una mezcla irrespirable de angustia y sospechas de incendio. Hubo quien se desmayó, quien lloró desconsolado, quien gritó pidiendo ayuda como si el mismo cielo les escuchara. Y sí, hubo quien preguntó por un extintor, con la esperanza ingenua de que aquello pudiera controlarse desde dentro.

    Un aterrizaje forzoso y el rugido de los motores enmudecido por el pánico

    El comandante, que no dudó ni un segundo, pidió prioridad de aterrizaje en Zaragoza. La pista se despejó, los servicios de emergencia se desplegaron y el avión tocó tierra con ese temblor que no viene del tren de aterrizaje sino del alma de quienes van dentro. Apenas se detuvo el aparato, se abrieron las puertas y comenzó la evacuación.

    Dentro del aparato, el aire seguía cargado. Las miradas, perdidas. Algunos padres abrazaban a sus hijos como si el fuselaje fuera papel de regalo y no metal. Técnicos con trajes ignífugos subieron de inmediato. Uno de ellos llevaba un extintor de incendio, por si las dudas se convertían en certezas.

    El pasaje fue trasladado a la terminal, y tras una espera que no curaba el susto pero sí ofrecía café caliente, reubicaron a los viajeros en otro vuelo. Varios médicos atendieron a los más afectados por la inhalación de humo. No hubo heridos graves, pero el trauma viaja sin equipaje de mano.

    Humo en cabina y lo que nadie quiere nombrar

    Las causas no han sido confirmadas oficialmente, pero se baraja la posibilidad de un fallo eléctrico en los sistemas de climatización. más info sobre extintores co2 surgió entre los susurros de la tripulación, como si con nombrarlo bastara para protegerse. Lo cierto es que el miedo tiene esa cualidad de hacer visible lo invisible: el riesgo, la fragilidad, la certeza de que las cosas pueden torcerse a miles de metros de altura sin previo aviso.

    No era fuego abierto, pero sí el tipo de humo que asfixia lentamente y desencadena respuestas primarias. Hay algo profundamente humano en la reacción colectiva: el miedo que se convierte en manada, en descontrol, en instinto de supervivencia.

    Evitemos la jerga que oculta lo esencial

    Y aquí es donde conviene ser claros, porque en estos episodios es cuando sobran las expresiones huecas, esas de “en el mundo de la aeronáutica” o “en el contexto de la seguridad aérea”. Basta ya de hablar en redondo. Si un avión aterriza de emergencia es porque hubo un peligro real. Si hubo humo en cabina, no hace falta disfrazarlo con tecnicismos. Y si un pasajero gritó que no quería morir, eso es lo que ocurrió, no otra cosa.

    La verdad es que las aerolíneas, por prudencia legal o por diplomacia empresarial, tienden a embellecer los incidentes. Pero el periodismo —cuando se hace con la frente alta— está para llamar a las cosas por su nombre. Y lo que ocurrió el domingo fue una sacudida que nos recuerda que la seguridad aérea no es infalible. Es sólida, sí. Pero no infalible.

    La importancia de la reacción inmediata ante emergencias

    Cuando el humo aparece donde no debería, no hay lugar para debates. La reacción rápida del comandante y la tripulación evitó una tragedia mayor. Los protocolos de seguridad, muchas veces ignorados por los pasajeros durante las instrucciones previas al vuelo, se convierten en salvavidas cuando la cabina se convierte en un horno invisible.

    En tierra, los equipos de emergencia fueron ejemplares. No hubo dilaciones ni burocracia. Se actuó como se debe actuar: con rapidez y sin alardes. Las investigaciones determinarán qué falló, pero la reacción demostró que, ante todo, hay vidas por encima del manual.

    Cuando volar se convierte en lección de humildad

    Viajar en avión es una proeza moderna que olvidamos con facilidad. Subimos, comemos algo a 30.000 pies de altura y aterrizamos como si fuera lo más natural del mundo. Pero basta un episodio como este para recordar que la naturaleza, la mecánica y el azar siguen teniendo la última palabra.

    Lo ocurrido en el vuelo Madrid-París es un aviso. No una tragedia, por fortuna, pero sí un recordatorio. Un toque de atención que nos invita a mirar con otros ojos la rutina de volar. Y a exigir —sin rodeos ni adornos— que se hable claro cuando las cosas no salen bien.

    Porque en este oficio, como en la vida, las palabras importan. Y cuando se trata de humo en una cabina llena de pasajeros, no hay “contexto” que valga. Solo hechos. Solo verdad.