27 de abril de 2016
ENCUENTRO CON DON RAMÓN GARCÍA
El martes 26 de abril, dentro del marco de la Semana de la Lectura, tuvimos el placer de tener en el colegio a Ramón García Domínguez, autor del libro "Aventuras de Don Quijote de la Mancha" y "Mi primer Quijote", libros que hemos leído y trabajado los alumnos de 1º, 3º y 4º durante este curso y que han sido nuestros primeros Quijotes.
Nos pareció un hombre encantador al que se nota que le gustan los niños. Lógico, porque ya sabíamos que había estudiado magisterio e incluso ejerció de profe durante algunos años antes de decidir dedicar su vida a escribir.
Nos contó la cantidad de veces que había leído el Quijote y nos confesó que cuanto más lo lee más ganas tiene de volverlo a leer.
Le preguntamos también por su amistad con Miguel Delibes y nos contó cómo se conocieron y cómo vivió su muerte.
Nos firmó el ejemplar del libro a todos. ¡Menuda paciencia! y nos regaló una frase que coreamos..."Cuando me gusta un libro, me gusta decir que me gusta".
Muchas gracias Don Ramón!
Sistema de extinción de incendios en campanas extractoras
Extintores co2 2 kg
Extintor 6 kg abc
Lo que parecía una tarde común en la redacción se convirtió en una sesión casi ceremonial cuando alguien pronunció las palabras mágicas: seguridad pasiva contra incendios. Sí, ese concepto tan técnico como indispensable. Ahí, en la maraña de cables, vigas y conductos que cruzan los edificios modernos, hay un guardián discreto: el collarín intumescente. Poco se habla de él, pero cuando el fuego acecha, su papel no es negociable.
En esta crónica rigurosa y con la voz templada que nos caracteriza, vamos a explicar por qué estos pequeños anillos de ingeniería son esenciales, cómo funcionan y qué tipos de tuberías protegen los collarines intumescentes, ese detalle que todo proyectista debería tener en su radar técnico.
Los collarines intumescentes no tienen una función decorativa, ni aspiran a ser protagonistas estéticos. Pero como el buen periodismo, su trabajo es eficaz, callado y vital. Se trata de unos dispositivos que rodean las tuberías (principalmente plásticas) y que, al contacto con el calor extremo, se expanden —intumescentes, de ahí su nombre— formando una barrera sólida que bloquea el paso del fuego y del humo entre compartimentos.
Están fabricados con materiales termo-reactivos que reaccionan cuando el calor alcanza temperaturas superiores a los 150ºC. Y en ese punto crítico, el collarin intumescente se infla, estrangula la tubería y sella el hueco por donde el fuego, de otra manera, se abriría paso como un asesino silencioso.
A medida que los códigos de edificación han evolucionado, también lo ha hecho el enfoque hacia la seguridad pasiva. Ya no basta con instalar rociadores y alarmas. Hoy, la compartimentación del fuego es una exigencia de manual, y ahí los collarines intumescentes juegan el papel de auténticos centinelas.
Ingenieros, arquitectos y responsables de mantenimiento ya lo tienen claro: sin estos dispositivos, los pasamuros por donde cruzan las instalaciones son auténticas puertas abiertas al desastre. Hablamos de algo tan sencillo como una tubería de PVC cruzando un tabique cortafuegos. Si no se protege ese punto con un collarín, toda la resistencia del muro se evapora al primer fogonazo.
No, no es magia. Es química. Y de la buena. El material intumescente del collarín se activa al calentarse, expandiéndose hasta 20 veces su tamaño original. Esa expansión genera una espuma carbonosa dura que comprime la tubería hasta colapsarla, sellando el orificio y, con él, cualquier posibilidad de propagación de llama o humo.
Este proceso no solo es instantáneo, sino absolutamente eficaz. Y se adapta a múltiples tipos de instalaciones, ya que los collarines intumescentes están disponibles en diferentes diámetros, grosores y configuraciones.
Aunque el sentido común podría decirnos “donde haya tuberías”, la realidad es más técnica. Los collarines se colocan donde las tuberías plásticas atraviesan paredes o forjados que tengan requisitos de resistencia al fuego. Esto incluye pasos entre pisos, muros divisorios de sectores y áreas críticas como cocinas industriales, salas técnicas, hospitales y centros de datos.
Y sí, si hay collarines intumescentes, es porque hay un plan serio detrás. Estos dispositivos no se colocan al azar, sino tras cálculos y prescripciones específicas dictadas por normativa nacional y europea, como la EN 1366-3.
Permítanme detenerme un momento y subrayar esto: collarín intumescente no es un término para rellenar fichas técnicas. Es una solución concreta con aplicación directa en la vida de todos nosotros. Cuando un centro comercial, un hotel o un hospital está protegido adecuadamente, hay una red de soluciones invisibles que funcionan sin descanso. Y entre ellas, los collarines intumescentes son protagonistas silenciosos.
Hoy, en una arquitectura donde lo invisible es a menudo lo más determinante, el uso de estos dispositivos marca la diferencia entre una evacuación segura y una tragedia anunciada.
qué tipos de tuberías protegen los collarines intumescentes: aquí está el centro neurálgico del asunto. Porque no todas las tuberías son iguales, y no todos los riesgos tampoco. Los collarines intumescentes están diseñados específicamente para proteger tuberías plásticas (PVC, PE, PP), que se derriten rápidamente ante el calor.
Cuando estas tuberías atraviesan una partición cortafuegos, su punto débil es su propia naturaleza termoplástica. Pero si en ese punto se ha instalado un collarín, el hueco que deja el plástico fundido queda inmediatamente sellado por la expansión del material intumescente.
Esto convierte a los collarines en esenciales para instalaciones sanitarias, evacuación de aguas residuales, climatización y redes de gases técnicos. Y su utilidad no se limita a un tipo de edificio. Desde viviendas colectivas hasta rascacielos corporativos, pasando por hospitales y aeropuertos, su aplicación es universal.
El mercado ofrece una gama tan amplia como las necesidades. Hay collarines de montaje superficial, empotrables, modulares, con y sin carcasa metálica. La elección depende del tipo de tubería, el espesor de la partición, la clasificación de resistencia al fuego deseada y las condiciones del entorno.
Los fabricantes líderes proporcionan fichas técnicas detalladas que deben seguirse al pie de la letra. Porque aquí no hay margen de error: una instalación deficiente anula la protección y pone vidas en juego.
El collarín debe instalarse con precisión milimétrica. Atornillado firmemente a la estructura, alineado perfectamente con la tubería, y sellado según especificaciones. No es tarea para improvisados. Además, como todo sistema de seguridad, debe revisarse periódicamente para asegurar que está intacto y operativo.
La negligencia en el mantenimiento puede convertir una buena instalación en una vulnerabilidad fatal.
En este tiempo de hipertecnología y soluciones complejas, a veces la defensa más eficaz es la más sencilla. Los collarines intumescentes son prueba de que el sentido común, cuando se aplica con rigor técnico, salva vidas. En ellos se condensa lo mejor de la ingeniería: eficacia, economía y discreción.
Y aunque no brillen ni emitan alarmas, su función es tan esencial como cualquier extintor o detector de humo. Porque cuando el fuego intenta propagarse, ellos son la última línea de defensa entre el desastre y la salvación.